
El fútbol está de luto. Murió a los 60 años de edad el campeón del mundo y leyenda del balón pie Diego Armando Maradona.
En horas de la mañana de este miércoles fue informado que el futbolista se descompensó en su casa del barrio El Tigre donde se estaba recuperando después de una delicada operación en la cabeza.
El astro del fútbol sufrió un parocardiorespiratorio y a pesar de que llegaron a su casa cuatro ambulancias nada pudieron hacer para salvar su vida.
Los últimos días de Diego Maradona (60) antes de su muerte estuvieron marcados por varias recaídas de salud y bajones anímicos, lo que había postergado la idea de sus médicos de hacer que volviera de a poco a trabajar.
El diagnóstico seguía siendo el mismo que cuando fue dado de alta en la Clínica Olivos tras una operación por el hematoma subdural en la cabeza y un tratamiento intensivo para estabilizar su estado anímico y físico deteriorado por su adicción al alcohol y a los psicofármacos. La recuperación debía ser a largo plazo, aunque en la vida de Maradona todo era día a día.
Maradona seguía conviviendo en su nuevo hogar de Tigre con una enfermera que lo monitoreaba las 24 horas, realizaba ejercicios con su kinesiólogo para mejorar la motricidad, estaba rodeado por su círculo íntimo y recibía la visita asidua de sus hijos, principalmente Gianinna y Jana. Había podido escapar al consumo de alcohol, asunto fundamental para evitar una recaída.
La segunda etapa de su tratamiento ambulatorio, diagramado por el médico Leopoldo Luque, apuntaba a encontrar motivaciones. A encender un motor que en el último tiempo se había apagado. “Nada lo motiva”, decían los allegados a Maradona en la víspera de su cumpleaños 60.
La misión que asomaba era la de activar a Maradona, que encontrara un anzuelo que lo hiciera disfrutar, que mantuviera ocupada su cabeza y que le permitiera seguir lejos de las tentaciones.
La vuelta al trabajo como entrenador de Gimnasia ya no se veía tan lejana. Aparecía como un incentivo aconsejado por los propios médicos como parte de la evolución del paciente. “Quizá pueda ir a algún partido del equipo o al entrenamiento una vez por semana, cuando hacen fútbol”, advertían.
Cada paso hacia adelante era consensuado con las hijas de Diego, que tomaban las decisiones.
Sin embargo, en los últimos días todos lo vieron muy mal, "muy ansioso". E incluso había recuperado fuerza la idea de un viaje a Cuba para continuar con la recuperación en la isla.
Este miércoles al mediodía, finalmente, el genio del fútbol murió al sufrir un paro cardiorrespiratorio, provocando dolor y conmoción la Argentina y el mundo.
Imagen de la AFA
En horas de la mañana de este miércoles fue informado que el futbolista se descompensó en su casa del barrio El Tigre donde se estaba recuperando después de una delicada operación en la cabeza.
El astro del fútbol sufrió un parocardiorespiratorio y a pesar de que llegaron a su casa cuatro ambulancias nada pudieron hacer para salvar su vida.
La Asociación del Fútbol Argentino, a través de su Presidente Claudio Tapia, manifiesta su más profundo dolor por el fallecimiento de nuestra leyenda, Diego Armando Maradona.
— AFA (@afa) November 25, 2020
Siempre estarás en nuestros corazones 💙 pic.twitter.com/xh6DdfCFed
El diagnóstico seguía siendo el mismo que cuando fue dado de alta en la Clínica Olivos tras una operación por el hematoma subdural en la cabeza y un tratamiento intensivo para estabilizar su estado anímico y físico deteriorado por su adicción al alcohol y a los psicofármacos. La recuperación debía ser a largo plazo, aunque en la vida de Maradona todo era día a día.
Maradona seguía conviviendo en su nuevo hogar de Tigre con una enfermera que lo monitoreaba las 24 horas, realizaba ejercicios con su kinesiólogo para mejorar la motricidad, estaba rodeado por su círculo íntimo y recibía la visita asidua de sus hijos, principalmente Gianinna y Jana. Había podido escapar al consumo de alcohol, asunto fundamental para evitar una recaída.
La segunda etapa de su tratamiento ambulatorio, diagramado por el médico Leopoldo Luque, apuntaba a encontrar motivaciones. A encender un motor que en el último tiempo se había apagado. “Nada lo motiva”, decían los allegados a Maradona en la víspera de su cumpleaños 60.
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Maradona con su médico, el doctor Leopoldo Luque, tras su última operación. |
La misión que asomaba era la de activar a Maradona, que encontrara un anzuelo que lo hiciera disfrutar, que mantuviera ocupada su cabeza y que le permitiera seguir lejos de las tentaciones.
La vuelta al trabajo como entrenador de Gimnasia ya no se veía tan lejana. Aparecía como un incentivo aconsejado por los propios médicos como parte de la evolución del paciente. “Quizá pueda ir a algún partido del equipo o al entrenamiento una vez por semana, cuando hacen fútbol”, advertían.
Cada paso hacia adelante era consensuado con las hijas de Diego, que tomaban las decisiones.
Sin embargo, en los últimos días todos lo vieron muy mal, "muy ansioso". E incluso había recuperado fuerza la idea de un viaje a Cuba para continuar con la recuperación en la isla.
Este miércoles al mediodía, finalmente, el genio del fútbol murió al sufrir un paro cardiorrespiratorio, provocando dolor y conmoción la Argentina y el mundo.
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